lunes, 9 de junio de 2014

Teatro, tecnocracia, populismo

Sólo tenemos tres alternativas para romper el techo estadístico que sitúa nuestra esperanza de vida en 81,8 años: la patria, el fútbol y la religión.
El problema es que combinan mal. Y han ido perdiendo facultades a lo largo del tiempo.
Se nos dice que hace 500 años todo era religión, el principal factor de identidad, y así se justifica la expulsión de 200.000 españoles moriscos en 1609 y de 200.000 españoles judíos en 1492 (o eran entonces todos españoles o ninguno, ni los cristianos). Sospecho que era el principal factor de identidad política para la monarquía hispana, algo parecido a un programa de gobierno claro. Y siempre hay que tener en cuenta que el cardenal Cisneros tenía oposición ideológica, que en otros lugares no se actuaba exactamente así, se perseguía por ejemplo a las brujas, o se cobraba un impuesto a los diferentes.
Un buen sistema político-religioso combina rito y dogma, una parte teatral y un conjunto de reglas morales que ayudan a regular el día a día. El rito ha permanecido, el dogma religioso hoy no sirve para codificar la sociedad.
Desaparecido buena parte del contenido, el teatro de las celebraciones deportivas, de los actos de Estado, de los congresos de los partidos políticos, de las ceremonias religiosas, tienen poco recorrido, saben a poco, emocionan un ratito y desaparecen. Lo que tardan los servicios de limpieza en eliminar los restos de la celebración, y lo hacen rápido, deben ser subcontratas que cobran a destajo.
Imanes de nevera a la venta en
Toledo en mayo de 2014.
Cuando Ana Botella mezcla en la misma frase a Aznar con la final de la Copa de Europa de fútbol y el triunfo del PP en las elecciones europeas, se confunde y nos confunde. El dogma popular no añade nada al fútbol ni lo contrario.
Cuando aparece un capellán castrense en un desfile militar, algo chirría, teniendo además en cuenta la suma de ateos, agnósticos, musulmanes y protestantes de uniforme y de paisano.
Cuando un grupo de mozalbetes millonarios ofrecen un triunfo deportivo a la virgen de la Almudena… no ocurre nada especial, porque el fútbol, como acaba de descubrir el Ministerio de Asuntos Exteriores en un sesudo informe, provoca dosis altas de emoción pero no tiene contenido político profundo.
Las élites, la casta que algunos llaman (suena a Edad Media, estos de Podemos tienen hallazgos terminológicos), tienden a compensar su falta de legitimidad, o su mala conciencia por la enorme distancia con el ciudadano, ligando su figura a asuntos trascendentes.
Pero la suma de asuntos trascendentes, lejos de reforzarlos a todos, se compensan.
Cuanto más trascendencia aparente, menos contenido. El ciudadano parece exigir que se dedique tanto esfuerzo al contenido como al teatro, al fondo como a las formas, tanto trabajo a las ideas como al rito.
¿Monarquía o República? Otros contenidos. Y la gente quiere participar en el proceso, incluso en la elección del marco institucional.
Tiene que haber vida más allá del teatro, la tecnocracia y el populismo.


Furgones de la Policía en un restaurante de
Despeñaperros esta Semana Santa.

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