viernes, 15 de febrero de 2013

Comunicación mestiza y sin trincheras


Existe un profesional llamado periodista cuyo único objetivo es abrir espacios de libertad, poner contra las cuerdas al poderoso, contar lo que alguien quiere ocultar, que presta un servicio público a los ciudadanos, un noble oficio ejercido bajo unas presiones que muy pocos serían capaces de soportar. Y existe otro profesional que no sabría como denominar que trabaja en un gabinete de prensa, para una empresa no periodística o una institución pública, un mercenario de la información cuyo único objetivo es engañar al ciudadano y a los medios.
La formación de ambos, las técnicas, el trabajo es muy similar. Les distancia un corporativismo mal entendido. Porque la distinción entre estos dos profesionales es falsa.
La imagen épica del gacetillero es simplemente una broma, que ignora la existencia de las empresas periodísticas y sus intereses, el poder de la publicidad-anunciantes, y la muy extendida precariedad laboral del periodista. La verdad es que ni en el espejo ni en muchos compañeros de profesión (en medios o en empresas/instituciones) he visto gente capaz de acabar con Nixon en dos tardes (las investigaciones del Watergate duraron dos años, y con el subdirector del FBI filtrando). Lo más cerca que he estado de uno de estos inexistentes periodistas de raza fue con una compañera en un periódico local a la que recuerdo chillando por el portero automático de un edificio tratando de forzar una reacción de los vecinos que la realidad no le ofrecía. No lo consiguió.
La imagen del periodista derribador de presidentes me recuerda al soldado killer del servicio militar, el "nasío pa matá" de Ivá.
Otra de las consecuencias de la precariedad laboral, aparte del sueldo, es la cada vez más difícil especialización del periodista, necesaria para enfocar la comunicación en audiencias segmentadas o tratar con propiedad mundos cerrados (como el de Seguridad y Defensa).
Y presiones las sufre todo trabajador. Recuerdo haber oído contar a una controladora de la ORA de Madrid (regulación de aparcamiento) que todos los días recibían insultos. Eso sí que es presión. O la que debe vivir un Guardia Civil en el aeropuerto de Barajas (en este caso, presión moral, por la naturaleza de las mercancías incautadas y qué destino darle).
Relacionado con estos asuntos, la Asociación de la Prensa de Madrid hizo público hace unas semanas su Anuario de la Profesión Periodística 2012, una interesante mezcla de encuesta y datos estadísticos que revela que el 59% de la profesión trabaja en un medio de comunicación y por tanto nada menos que el 41% restante en otro lugar, donde encontramos gabinetes de comunicación, departamentos de prensa en empresas, agencias, administraciones públicas.
En la presentación del Anuario se mencionó el dato con temor, se llegó a decir que de confirmarse esta evolución tendría consecuencias éticas no imaginadas. Poco después, el director del Anuario reconoció que él mismo formaba parte del tan abundante y normal grupo de profesionales de la comunicación que han trabajado unos años en medios y otra fase en empresas. Como quien escribe estas líneas.
Quince días después, la APM organiza un debate con el significativo título de “Comunicación corporativa: periodistas al otro lado de la trinchera”. Ya tenemos otra vez las trincheras, el periodista bueno y el vendido, y el tópico difundido desde la asociación gremial.
¿Qué hará la Asociación de la Prensa cuando el 51% de los periodistas trabajen en lugares distintos a los medios? ¿De qué lado de la trinchera estará?
La profesión periodística (y el planeta Tierra) ha cambiado, Internet, las redes sociales, la conexión permanente ha revolucionado el mapa. El periodismo no va a morir, ni va a desaparecer la labor de intermediación y valoración que debe ejercer un buen comunicador, aunque hoy sí sea posible la conexión directa entre una empresa que quiere comunicar y un ciudadano. Pero en este caso, si la comunicación funciona, habría que buscar al profesional competente en algún sitio, que no es otro que el departamento de comunicación de la empresa.
Por muchos motivos hoy deberíamos hablar de comunicación mestiza.
Mestiza porque la distinción entre prensa tradicional y digital tiende a la desaparición. Un 22% de los periodistas trabaja en soportes exclusivamente digitales; y los periodistas de medios impresos que trabajan para el papel y el digital igualan en porcentaje a quienes lo hacen sólo para el papel.

En el fondo y para todos, se trata de buscar información y cocinarla con rigor para que sea luego comunicada eficazmente a un público determinado y cumpla un fin. Parece claro que nunca como hoy se han necesitado intérpretes y analistas de información, tarea para la que profesionalmente uno se forma principalmente con estudios de periodismo, pero no sería muy sensato ni acotar mucho el origen ni abusar de las etiquetas. Más que lo anterior, deberíamos juzgar la honestidad con la que se trabaja y el resultado de la comunicación.

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