martes, 16 de abril de 2019

Derecho a la desinformación

Artículo publicado también en infoLibre / Blog Al revés y al derecho
La igualdad, la libertad, la cultura requieren el compromiso del interesado

El titular es claramente una provocación para despertar interés, como tantos que abundan, la diferencia es que éste no pretende monetizar la sorpresa y el artículo sí espera ofrecer un contenido equivalente al esfuerzo de lectura.
Por tanto, más que un ejemplo de clickbait, es decir, titulares-cebo que únicamente buscan accesos, aumento de tráfico, visitas y la consiguiente decepción del lector, en este caso se trata de la clásica reducción al absurdo, que si está bien construida no es tan reducida ni tan absurda.
Entrando en el tema, existe una preocupación real sumada a alguna otra forzada causadas por el crecimiento de la desinformación (fake news, noticias falsas) en el ecosistema digital que marca hoy toda nuestra vida y que afecta especialmente -y se ve afectado- por los ámbitos periodístico, empresarial y político.
Dese por hecho que en una democracia la libertad de expresión y de información es uno de sus ejes fundamentales, su ataque rivalizaría en gravedad con muy pocos comportamientos, quizá solo con el espionaje a contrincantes políticos, la actualidad dice que hoy estos derechos informativos se ven obligados a convivir en un escenario donde también habitan contenidos averiados, manipulados, que despiertan altas dosis de inquietud periodística, empresarial y política.
No es posible garantizar por ley o por censor la calidad de la información
Se repite que los ciudadanos tenemos el derecho a la información. ¿Qué significa esto?
En el artículo 20 de la Constitución española, en el capítulo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas, "se reconocen y protegen los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción"; y "a la producción y creación literaria, artística, científica y técnica".
Incluye también la libertad de cátedra; y "a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión".
"El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa", advierte."Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial".
Se deduce por tanto que el ciudadano tiene el derecho a informar ("expresar y difundir libremente") y ser informado ("recibir libremente información"), porque habría que matizar que el panorama ha cambiado desde 1978 y la clásica distribución de tareas, el derecho a informar para los medios de comunicación y el papel de informado pasivo al ciudadano han saltado por los aires y en la actualidad, al menos como planteamiento, todos somos emisores y receptores de información. Si la información ya no es exclusiva del gremio periodístico cabría abrir el debate, para otra ocasión, de si no serían exigibles esos requisitos de veracidad informativa a todo el que difunda información.
La Constitución establece claramente como límites a esa información el delito y la censura, marco que se aconseja también  aplicar a la desinformación.
Aquellos padres fundadores de la democracia española, asistidos por un muy amplio equipo detrás, incluyeron una expresión realmente controvertida, "información veraz", que con los años se ha convertido en centro de atención cuando el volumen desmesurado de contenidos por los canales digitales impide aparentemente distinguir la calidad de lo que circula.
La "información veraz" puede tener una doble interpretación, desde el punto de vista de la comunicación y desde el ámbito del derecho.
En el primer caso se trataría de acercarse al concepto de verdad periodística, verdad informativa, la verdad comunicada, que se trata de algo no tan rotundo como una verdad científica, sino la reconstrucción que hace el periodista de la realidad a partir de unos hechos.
Lo que habría que exigir a los profesionales de la información y a las empresas informativas no sería por tanto una verdad matemática, sino una honestidad-profesionalidad en los procedimientos.
En el segundo caso, el punto de vista jurídico, aclara la sinopsis que ofrece el Congreso en su web del articulado de la Constitución, que "el precepto constitucional exige la veracidad en el caso de la información, lo cual se ha interpretado como necesidad de veracidad subjetiva, es decir que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado la información de forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles (se citan varias sentencias), puesto que de exigirse una verdad objetiva eso haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información".
Cuando hablamos entonces de la veracidad de la información estamos haciendo en el fondo referencia a la calidad de los contenidos informativos, que puede interpretarse como una consecuencia de la profesionalidad en su elaboración, de la actuación profesional del periodista, circunstancias en cualquier caso difícilmente garantizables por contrato, teniendo en cuenta que a menudo se etiquetan como información contenidos de ocio que inundan las redes y a menudo se etiquetan como información contenidos manipulados publicados por medios de comunicación perfectamente respetables, o respetados por muchos.
Recibir y difundir información rigurosa requiere
un trabajo profesional y un compromiso individual

No es posible garantizar por ley o por censor la calidad de la información, otra cosa es limitar físicamente métodos de difusión fraudulentos y de generoso uso, como las cuentas automatizadas, o exigir transparencia en los contenidos patrocinados, que es por donde avanzan iniciativas puestas en marcha por la Unión Europea.
De lo anterior se deduce el título del artículo, que en una democracia tenemos el derecho a ser desinformados, porque el derecho a difundir y recibir información no puede ser limitado salvo por el código penal, lo que no equivale a vivir permanentemente en un basurero informativo.
Ha dejado escrito Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía y referencia feminista, que “si queremos realmente que este mundo nuestro, que es bastante mejor y más habitable que los anteriores, perviva, tenemos primero que saber bien qué es, y aprender a defenderlo con las mejores razones. Nuestro mundo -añade- no pertenece a la cadena espontánea de las cosas. La democracia no viene de serie, la igualdad no viene de serie, la libertad no viene de serie".
Es error muy extendido considerar asuntos complejos y valiosos, la información rigurosa, la democracia, el progreso, la igualdad, como materiales acabados, empaquetados y disponibles en el lineal del supermercado, en lugar de procesos que requieren el esfuerzo del interesado y además de forma continuada.
Nunca estaremos suficientemente informados, nunca la igualdad entre sexos estará garantizada, nunca la democracia española alcanzará un punto de perfección y no retorno, nunca España estará suficientemente vertebrada (y esto es lo contrario al pesimismo de Ortega continuamente revisitado durante los últimos cien años); son procesos.
Tenemos derecho a desinformar y ser desinformados, porque otra cosa sería vivir en un Estado no recomendable, aunque por supuesto el objetivo es recibir y emitir una información rigurosa pero que requiere su trabajo y es un proceso que nunca se puede dar por finalizado.
Damos por hecho que la información rigurosa implica un esfuerzo profesional y económico en su elaboración, la buena información es lenta y cara de producir; no resulta tan admitido que estar informado también requiere un esfuerzo individual, personal, acudiendo y premiando a quienes nos ofrecen contenidos de calidad, cuando no pagando por esos contenidos como parece que se nos pedirá en breve por parte de las principales cabeceras.
Exigirse una verdad objetiva haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información
La solución a estos asuntos complejos suele ser multifacética y de largo plazo, ligada a la educación (alfabetización digital), a la cultura, a la salud democrática que no sólo hay que exigirla a los políticos profesionales, al trabajo continuado que va construyendo lentamente una reputación profesional y el reconocimiento del papel de ciertos mediadores que nos ayudan a digerir la actualidad (a los que no ayuden no hay que reconocerles nada).
Huyamos de las soluciones simplistas e inmediatas; las de quienes alarman con la seguridad amenazada sin ofrecer datos que lo sustenten, de quienes amagan con limitar contenidos; y las de quienes nos desinforman; pero huir de estos caramelos requiere un esfuerzo.
El sistema de libertades y el entorno tecnológico facilitan que seamos desinformados... y en manos de quien quiera evitarlo está que no sea así. Nunca han existido mayores oportunidades para informarse y formarse con contenidos de calidad, lo que requiere un comportamiento activo por parte del interesado.

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