martes, 19 de septiembre de 2017

Huracán Catalina

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Esperamos el advenimiento del 1 de octubre como si de una plaga bíblica se tratara, reacción similar a la llegada de un pariente cercano al huracán Irma, que ha asolado en las últimas semanas Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Cuba, otras islas cercanas menos conocidas y Florida.
En Estados Unidos un responsable federal de emergencias anunció para tranquilizar que el ciclón iba a arrasar varios Estados, el gobernador de Florida recomendó rezar como mejor reacción al asunto y circulan otras majaderías por internet que no ocultan que los resultados han sido menos apocalípticos de lo anunciado y aún así desastrosos, más de 80 muertos, destrozos materiales multimillonarios y al menos seis millones de estadounidenses evacuados y otros tantos sin suministro eléctrico.
La ocasión permite aprender del tema, como que huracán, tifón y ciclón son la misma cosa dependiendo del lugar donde sopla. O la terrible relación entre PIB per cápita y balance de víctimas, viendo catástrofes naturales en el sudeste asiático, los daños son mucho mayores en construcciones débiles por la capacidad económica de sus inquilinos y también por la falta de solidez de los edificios en las zonas turísticas.
Y descubrimos algo realmente sorprendente, que el censo de viviendas del Caribe y Florida no parte de cero cada mes de octubre. Es decir, que no todo sale volando, que es posible preparar tu casa contra huracanes.
Aparte de los siempre aconsejables cimientos y ladrillos, la clave está en la instalación de contraventanas o shutters anti huracanes, que se parecen sospechosamente a las ventanas habituales enrollables en esta península al suroeste de Europa, seguro que más reforzadas y algunas de ellas con la apariencia del cierre metálico de algunos comercios.
Otra alternativa son cristales con un grosor y resistencia suficiente contra huracanes de tamaño medio.
Vehículo tuneado a la entrada de una miniexposición nostálgica instalada
en el Congreso de homenaje a 40 años de las elecciones generales
de junio de 1977 (PND).
En cuanto a España, el edificio institucional español no ha sido reforzado contra huracanes políticos en los últimos cuarenta años, que se puede explicar por el esfuerzo realizado en su primera construcción improvisada con éxito y la satisfacción de sus arquitectos, aún mayoritariamente en activo o en la reserva, hoy con más genio que fuerza o propuestas y ninguna gana de reinventarse.
Cualquier vistazo a las escrituras de 1978 y su contraste con la realidad muestra que se ha ido creciendo mucho, pero sin permiso de obras y sin proyecto visado por el colegio de arquitectos.
El edificio aguantó mal que bien hasta comienzos de esta década con la crisis financiera-económica-institucional-social, se consiguió salvar los muebles despidiendo al presidente de la comunidad y al administrador, pero no se cambió un ladrillo.
Cinco años después llega el huracán independentista y tampoco es momento para reformas.
La experiencia enseña que a una catástrofe acompaña siempre el toque de queda, porque aparecen voluntarios para aprovecharse del desastre, e incluso algunos se muestran dispuestos a reinar entre los escombros.
En las actuales circunstancias sorprendentemente nadie propone como solución una nueva sustitución de presidente y administrador, que ha metido además la mano en la caja de la Comunidad, por lo que solo queda rezar con el gobernador de Florida, compartir el miedo con los responsables de emergencias y, llegado el caso, bajarnos de los tacones de aguja como Melania Trump para pasearnos entre las ruinas.
Septiembre es un mes propicio a los huracanes, atmosféricos en el Caribe y políticos en Cataluña. Pero eso ya lo sabíamos en agosto. Antes de la reforma inevitable habrá que hacer balance de daños.
Cuando se cambia de coche uno tiene siempre la sensación de que ya no se fabrican vehículos como los de antes, una impresión que la realidad desmiente.
El Mercedes-Benz 450 SEL blindado que utilizó el rey Juan Carlos y la familia real durante los primeros años de la democracia -225 caballos, velocidad punta de 210 kilómetros por hora- acaba de ser subastado por 39.500 euros.
En el Salón Internacional del Automóvil de Fráncfort se presentan estos días vehículos eléctricos que duplican sus prestaciones.

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