lunes, 22 de febrero de 2016

Tánger on ice

Columna de opinión publicada originalmente en Estrella Digital.
Como Disney. Tánger congelado. En esta ciudad del norte de Marruecos propios y sobre todo extraños parecen seguir enquistados en esa supuesta época dorada del Protectorado (1912-1956), más concretamente en la singular administración internacional de Tánger entre 1925 y 1940, fecha en la que Franco aprovecha la guerra europea y la entrada de los nazis en París para tomar la ciudad, cinco años de administración hispano-española tras los que recupera algo de su carácter después de la contienda hasta la independencia de Marruecos. Salvo ese paréntesis, la ciudad tuvo una administración compartida por Francia, Reino Unido y España, a la que pronto se sumaron Portugal, Bélgica, Países Bajos e Italia; más la Unión Soviética tras la 2GM.
Es el Tánger de entreguerras y entre costuras, el que refleja en parte la película Casablanca, donde se echan en falta un par de cosas: actualidad y marroquíes.
Espías, millonarios, escritores, bohemios (término que alude a una frecuencia u orientación sexual estadísticamente minoritaria), todos estimulados por el entorno y algunos productos químicos, vivieron un par de décadas en un ambiente abierto y cosmopolita poco frecuente en la época, de la que siempre se olvida que es fruto del colonialismo y que aquella tierra era habitada mayoritariamente por marroquíes, que poco aparecen en novelas y crónicas nostálgicas, secundarios de un escenario exótico como podía haber sido otro.
Repitamos: la ocupación militar de países para esquilmarlos está feo, la ocupación militar de países para esquilmarlos está feo.
En la sopa mental donde se mezclan todas las películas de Woody Allen aperecen dos ancianas quejándose del menú: "Qué comida más mala, y qué poca".
Sucede que no es raro leer que España nada sacó de su ocupación colonial de Marruecos, no se cuestiona el colonialismo en sí, sino los escasos resultados de su práctica; y se idealiza la época.
Por allí estuvieron empresarios y financieros tratando de rentabilizar líneas privadas de ferrocarril, monopolios comerciales, minas, transporte, contratos públicos y más de 100.000 españoles entre algunos pocos colonos (de ahí colonialismo) y muchos funcionarios, con servicio doméstico local 25h diarias y nivel de vida superior a la península.
Entonces y ahora Tánger sigue a tiro de ferry, a una hora de estrecho.
El Tánger de la leyenda ya no basta, las referencias literarias te alejan de la ciudad.
La fábrica de Dacia instalada por el grupo Renault en las cercanías de Tánger sospecho que ha hecho más por la felicidad de la zona que todas las fiestas beat de aquella época dorada.
El carácter más o menos libertario de un puerto franco de los años cincuenta del siglo XX hoy lo tenemos en cualquier parte: variedad de religiones, conversaciones grabadas por un micro micrófono escondido entre las flores de plástico del centro de la mesa, corruptelas hasta en el pueblo más pequeño de Murcia.
Desde estas páginas digitales aprovecho para proponer que los circuitos turísticos y guías de Tánger incluyan, además de la medina, la fábrica de Renault: una multinacional francesa fabricando automóviles en Marruecos que montan motores fabricados en Valladolid es la muestra actual del Tánger cosmopolita, ejemplo de internacionalismo, de multiculturalidad y de empleo en el tradicionalmente deprimido norte de Marruecos. Se podrían añadir en el tour las obras del tren de alta velocidad que unirá en breve la ciudad con Casablanca; el puerto Tánger-Med; los cables de fibra óptica que atraviesan el Estrecho, pinchados en cada escala por la alianza anglosajona.
A diferencia del Tánger internacional de la nostalgia o la boda de la hija de Aznar en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el público ya no se conforma con ver el paseíllo de invitados, el personal renuncia al papel de secundario.
Lo que no implica olvidar la historia ni mantener los referentes. Esperanza Aguirre dice haber descubierto hace una semana que en Génova 13 se juega.

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