miércoles, 6 de febrero de 2013

Inercias frente a las crisis

El año político y en Defensa comienza con la Pascua Militar, en fechas de resaca navideña y sequía informativa que asegura buena cobertura, aunque esta vez ha ofrecido poco detalle sobre planes en curso, más allá del recurso tópico a la ciberguerra (parece que algo se hará en 2014, dando 2013 por amortizado, como en otros muchos campos) y una nueva referencia a evitar duplicidades entre la administración militar y los servicios centrales del Ministerio de Defensa, sin avance reseñable. Llama la atención que se dé por finalizada la participación militar española en la operación de Naciones Unidas en Líbano, sin resolución, posición de la UE o balance conocido, sin pensar en su contribución a la estabilidad de una zona convulsa.
Las referencias retóricas a las Fuerzas Armadas como institución, a que están tranquilas a pesar de tanta provocación, a su labor abnegada, el cumplimiento de su deber (¡!), se entienden porque la Pascua es un acto corporativo, como la cena del Patrón de los administradores de fincas -por hacer un símil-; aunque no se puede ocultar que dichas referencias responden a una visión de los Ejércitos algo desfasada, visión que destaca los valores morales de los militares, al parecer exclusivos y superiores a otras profesiones, más que su buen ejercicio profesional.
Algunas alusiones del ministro y de algunos otros inciden en una imagen de las FAS como actor político que hoy no se corresponde con la realidad, pero sí era real hace 35 años cuando los que hoy opinan ya habían empezado a opinar. Por interés o desgana, se dejan llevar por la inercia.
Cambian los mimbres, pero los cestos que se van elaborando en el debate y respuesta internacional ante crisis tienen un parecido extraordinario. Avanza el calendario, cambia la geografía de los conflictos, aparecen nuevos actores, y curiosamente se sigue con la misma plantilla de una supuesta multinacional del terrorismo salafista dando órdenes a sus peones por medio mundo desde un ignoto cuartel general (imposible que fuera la casa donde Bin Laden fue ejecutado en Abbottabad, con sus cintas de video en VHS); se responde exclusivamente con seguridad a conflictos multifacéticos; se sigue reduciendo la seguridad al instrumento militar.
Los militares suelen hablar tras los conflictos -y los políticos cercanos lo repiten- de lecciones aprendidas, que casi nunca se han aprendido, sino que se estudian; errores que andamos estudiando, deberían llamarse. Y entre ellos figuran en la última década las consecuencias de impulsar una intervención militar en los márgenes de la legalidad internacional  y de espaldas a una ciudadanía que financia unos presupuestos de Defensa calificados de raquíticos por unos pocos directamente afectados y de excesivos por los más.
Sorprende cómo se ha contemplado de forma acrítica la intervención militar francesa en Malí, al margen de cualquier legalidad internacional más allá del llamamiento recibido de un país paupérrimo que ha sufrido dos golpes de Estado en ocho meses.
España ha acabado apoyando la intervención francesa con un avión de transporte Hércules enviado al margen del Parlamento y de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, participación que el Congreso ha convalidado a toro pasado.
Esto de actuar militarmente bajo la legalidad internacional y el amparo parlamentario y social es cualquier cosa menos un lujo prescindible en tiempos de crisis o ante emergencias que no se ha sabido prever. No se critica la necesidad de intervenir, sino cómo se está haciendo.
La imagen en el Telediario de militares con equipo de combate bajando las escaleras mecánicas del Metro de París es obscena, porque no deberían dejar entrar a la gente con tanto armamento en el transporte público, por la desproporción entre amenaza y respuesta, por la utilidad discutible de la ocupación militar de una estación de Cercanías, porque no se han contado las causas de la intervención en Malí y se ha ido allí sin respaldo legal. Por interés o inercia, se vuelve a utilizar el miedo para justificar una decisión política.
Nueva legislatura en Estados Unidos, con el consiguiente cambio de sus responsables de Defensa. El segundo y último mandato de Obama le libera de algunos frenos, pero esta vez ya no cuenta con el capital de confianza de hace cuatro años. Habrá que juzgar qué hace con Guantánamo, con un presupuesto de Defensa en niveles de guerra fría, con Oriente Próximo y con el cacareado giro asiático de EEUU mientras que su mando africano -Africom- bulle de actividad.
Hotel Sofitel Amitie en Bamako (Malí).
Se juzgará a Obama también por la evolución de los miles de drones de EEUU volando por el planeta (debe de ser el pájaro más abundante hoy en el Sáhara-Sahel). Sobre este asunto Morenés le ha dicho al Ejército del Aire que empiece a pensar en UAV (pensando lleva una década o dos); y aviso a navegantes aéreos sin piloto: Naciones Unidas ha puesto ya el foco sobre el asunto.
Y habrá que seguir también un problema muy serio: el número de suicidios entre los militares de EEUU es superior a los muertos en combate. El problema se trata allí desde hace años, y el suicidio allí y acá es un fenómeno importante y oculto (en España los suicidios superan a los muertos en accidente de tráfico).
Por último, el Consejo de Ministros acaba de analizar el anteproyecto de Ley de Garantía de la Unidad de Mercado, que aumentará la capacidad de competir de nuestra economía y la creación de empleo, y que se anuncia con la ya consabida cifra astronómica e incomprobable de ahorro económico, que va a suponer en este caso nada menos que 15.000 millones de euros en 10 años. La defensa de la unidad del mercado es un modo moderno, indirecto y extraño de defender la unidad de la Patria sin que te acusen de carca, algo así como la pegatina del toro en el coche. Por la evidente relación entre mercado y Nación, deberían destinarse los 15.000 millones ahorrados a Defensa.

Al pulpo Paul, in memoriam.
La supuesta amenaza se concreta en que un instalador electricista parece que hoy necesita dos licencias de actividad para ejercer en Almansa (Castilla-La Mancha) y Yecla (Murcia), a 34 kilómetros, lo que tampoco supone gran trastorno para la Patria cuando en EEUU te pueden achicharrar en la silla eléctrica o no si cometes un delito en uno u otro Estado, y a patrióticos no hay quien les gane.
Para acabar en alto, hay gente que no se deja llevar por la inercia, ni por desgana ni por interés, y podemos encontrar analistas, por ejemplo, que nos hacen dudar y pensar porque cuestionan que Malí sea igual que Afganistán (Jordi Vaquer), o que las religiones sean la causa única o esencial de los conflictos (Georges Corm).

PD: Abbottabad, esta gente empeñada en complicarnos la vida, llenando sus nombres de consonantes, qué lengua es ésa que llaman urdu... Pues no: la ciudad fue fundada a mitad del XIX por James Abbott, un oficial británico en la India colonizada, de ahí su nombre.

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